La intuición es una ola que baña los pensamientos. Capaz de limpiar el desconcierto, despeja el camino. La mayoría de las veces no contiene palabras, pero sí olores, colores, sensaciones palpitantes. Nos acerca a la fe.
Si la sabiduría sobreviene, las evocaciones y construcciones mentales toman forma a pesar de habitar en un mundo donde el exceso de información trata de encontrar brechas mentales donde infiltrarse. En ocasiones, el silencio se autoenmudece al no hallar parcela; en su ausencia, el ruido aprovecha la oportunidad y ocupa ese lugar, impregnándolo todo de fluctuaciones difícilmente accesibles. Sin embargo, el subconsciente sabe moverse entre fisuras; es a través del pensamiento positivo, presente y consciente que el silencio se vuelve audible.
“… es a través del pensamiento positivo, presente y consciente que el silencio se vuelve audible. ”
Si en algún momento el aire se densifica, el prana se ralentiza. Sobrevienen emociones turbias e incluso destructivas que se mueven con lentitud, que acogemos sin reparo porque donde reside la luz también lo hace la oscuridad; es indispensable su coexistencia. Pero tanto el agua como el aire, ambos, siempre hallan la forma de escapar; son espíritus libres, vitales. Así que la intuición, la sabiduría y el silencio aúnan sus fuerzas con el fin de formar un albor compacto que empuje los canales obstruidos para que así, de esta manera, el aire vuelva a fluir.