La importancia de parar

  • Si paro, me muero; Si paro, se acaba el mundo; Si paro, dejo de existir; Si paro, no sé qué hacer.  Afirmaciones reales en un mundo frenético que incita al movimiento constante. ¿Y qué, si paro?, también es una opción y quizás la más acertada. Porque si yo paro, en verdad, todo sigue su curso.

Es frecuente oír, ver y sentir cómo la humanidad apenas se detiene. Nunca o casi nunca se encuentra un instante para la reflexión y la escucha interior. Y así, vamos sumando días, uno tras otro, perdiendo un poco más esa posibilidad de conocernos, de saber quiénes somos.

La vida social es maravillosa porque permite compartir puntos de vista con otros seres, reír y conseguir relativizar problemas que en nuestra pequeña parcela interior creemos enormes y sin solución. Las personas nos enriquecemos mutuamente a su vez que nos servimos de espejo para calmar nuestro ego. En conjunto, es algo sencillamente hermoso. Eduard Flotats, creador del revolucionario ©yoga de las 15 observaciones, en su artículo, propone salir de fiesta a favor de la salud. Paralelamente, vivir hacia fuera siempre, también tiene el riesgo de descuidar la mirada interna.

Si paramos, todo va a continuar, seguro.  Y a pesar de que la vida fluye, mantiene una quietud en movimiento y nos espera para que subamos a su tren en algún momento.

Detenerse tiene muchísimas ventajas: disfrutar del sonido de nuestra respiración, ese oleaje interno de prana vital que nos recuerda que seguimos vivos; redescubrirnos cada día que sale el sol, aunque no lo veamos; reconocer nuevas formas, colores y olores en un mismo paisaje; observar que el templo del cuerpo es un vehículo hacia el alma; contemplar que el tiempo es maya (ilusión) y que absolutamente todo es una proyección de la mente. Así pues, en función del hábitat que tenga ese templo, así será el paisaje que se vea a través de nuestros ojos.

La incorporación de la meditación en el día a día es una de las formas más efectivas para frenar la avalancha de pensamientos que acechan la mente. Sí, el flujo mental de ideas va a seguir existiendo porque se ha hecho real y conocido en nuestra dimensión, sin embargo, el trabajo está en tratar de desconectar de esa realidad y descubrir nuevas formas de percibir, de percibirnos en relación con el entorno. Convertir la mente en amiga en lugar de enemiga y guiarla hacia donde nos conviene. Es cuestión de discernir lo genuinamente útil de lo superfluo, aquello que nos desvía de la misión, a modo de ilusión (maya), y encontrar, al fin, nuestro auténtico YO.

Convertir la mente en amiga en lugar de enemiga y guiarla hacia donde nos conviene

Otra de las muchas maneras de alcanzar estados más profundos de consciencia es mediante el yoga nidra. En próximos artículos hablaré de ello, en más profundidad.  De momento, adelantaré que esta práctica permite acceder a un espacio mental situado entre la vigilia y el sueño; a una especie de limbo conectado al inconsciente, donde es posible llegar, tras la guía de un instructor/a especializado, y la formulación de un sankalpa o propósito, que no es más que una afirmación/deseo que el mismo practicante escoge desde el corazón y la mente.

Es en el mismísimo silencio del sosiego donde habita la vacuidad de la vida; aunque pudiera parecer carente de sustancia, incluso de sentido, vaciar la mente, es ese estado en el que el reconocimiento aparece.  El ruido mental tan solo es un mecanismo para desviarnos del Dharma.

Es en el mismísimo silencio del sosiego donde habita la vacuidad de la vida

Somos dueñas de cada segundo de esta existencia, poseemos el poder del libre albedrío, de la libre elección. Aprender a escoger es una cuestión personal albergada en lo más profundo de nuestras entrañas. Sí, justamente ahí, en el cakra Swadhisthana, por encima del ombligo; la parte del cuerpo humano conectada a las percepciones externas, a la energía, la inspiración, iluminada de un cálido color naranja.

Aunque el mundo mantenga un ritmo demasiado rápido, párate, realiza diversas respiraciones profundas y cuando sientas que estás preparada (porque tú lo sabrás, no lo dudes), sitúa ambas manos, palma y dorso juntos, en el bajo vientre, y pregúntale a tus entrañas, no a tu mente, qué camino debes elegir. Con total sinceridad, obtendrás la respuesta.

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