Fasting, pero muy slow: el ayuno intermitente

  • Hoy querría hablaros del ayuno intermitente. Algo que me está ayudando mucho y que quizás vosotras hayáis considerado poner en práctica alguna vez; sobre todo después de oír tantísimo de ello  en las redes y los beneficios que comporta. El que yo practico es el de 16/8.  16 horas sin comer y una ventana de 8 horas para comer.

Bien, el ayuno no es un estilo de vida que se haya inventado ahora. Ya en las antiguas civilizaciones lo practicaban con la intención de purificarse y hoy en día continúa llevándose a cabo en muchas culturas. Sin ir más lejos, la Biblia lo menciona como “ayuno religioso”. Visto desde fuera, pareciese que se trata de una moda, pero en realidad tiene su historia.

Sin embargo, no quiero hablaros de los antecedentes del ayuno porque ya existe gran cantidad de información sobre ello en Internet y sería, repetir lo mismo. Hoy, me gustaría compartir mi experiencia.

Comencé el pasado julio, así de repente. Si bien es cierto que llevaba un tiempo oyendo esa voz interior que nos dice que cambiemos nuestro rumbo, no por llevar hábitos incorrectos sino porque mi cuerpo y mi mente me estaban pidiendo a gritos romper esos horarios establecidos en los que se debe o no hacer algo. Muchas veces nos cuesta llevar a cabo una acción por falta de escucha interior, como decía, esa vocecita que está en off la mayoría de las veces. ¡Ay si la escucháramos más a menudo! ¡Se montaría una gran revolución en el ser!

Muchas veces nos cuesta llevar a cabo una acción por falta de escucha interior…

Me gusta comparar el ayuno con una lavadora (pero de las de antes). Porque con lo de la obsolescencia programada, las máquinas de ahora tienen los días contados, sin importar el uso que se les dé.  Partiendo de la base de una lavadora nueva, si hacemos uso de ella de forma constante, colmándola de ropa, sin dejarle ni un solo respiro, aun cuando el trato que se le concede es bueno, tarde o temprano dirá: ¡aquí estoy! Vueltas y más vueltas sin descanso y cuando parece que todo para, empieza de nuevo. Y así, día tras día, hora tras hora.

Y ahora igualamos esa lavadora, tan cansada de rotar, con nuestro sistema digestivo. Podemos comer a las horas estipuladas, hacerlo cada 2 horas, más o menos, picar entre horas, ingerir grandes cantidades de comidas, etc., y todo ello hará que no haya descanso en nuestro organismo, desde los pies a la cabeza. Es como si alguien nos hablara sin parar, dejándonos escasos espacios libres, sería prácticamente inviable escuchar nuestros propios pensamientos, a no ser que desconectáramos, claro, pero eso ya sería otro asunto.

Así pues, el hecho de no dejar margen nos aboca a la saturación.

Con el ayuno, conseguimos darle una tregua a nuestro ser, de forma integral, para que consiga sus objetivos y restaure nuestro sistema. Le permitimos oxigenar cada célula con el fin de que se produzca la regeneración. Logramos de esta manera, aumentar nuestra energía, optimizar nuestra salud y equilibrar nuestra mente. 

¿Y qué sucede cuando todo esto junto da lugar? Volviendo a mi experiencia, con esta práctica, observo que obtengo mejores resultados tras diferentes tipos de prácticas, tanto físicas como mentales. Por ejemplo, mi actitud es más tolerante y reflexiva ante una situación que se repite en mi vida y ante la que, más a menudo de lo que me gustaría, reacciono negativamente o simplemente la rechazo.  La aceptación tiene mucho que ver con esto, ya que en el momento que aceptamos algo que no depende de nosotros cambiarlo, se produce la trasformación. Aceptar no es resignarse. Aceptar es hacer el ejercicio de observar, desde fuera, aquello que nos incomoda, tratar de no ponerle juicio ni opinión y no identificarnos con los pensamientos que, inevitablemente, sobrevienen a la mente. Suena difícil y es difícil, pero no es imposible.

Aceptar es hacer el ejercicio de observar, desde fuera, aquello que nos incomoda

El ayuno posee la virtud de colmar el espíritu de claridad para que pueda caminar por la vida con la máxima tranquilidad posible, sin la existencia de luchas, enfocando los pasos hacia nuestra propia coherencia interior, ese lugar en el que encontramos todas las respuestas.

Si queréis completar esta lectura, os recomiendo encarecidamente: las 8 dosis diarias para la salud, de Eduard Flotats.

** Este contenido es meramente informativo, desde mi experiencia. Cada persona debe revisar su estado tanto físico o mental y decidir por sí misma lo que más le conviene. Y si lo considera, consultar con un profesional de la salud. 

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